(Variaciones sobre el salmo 130)
Qué bonito es, Padre,
caminar con las manos abiertas
sin miedo a perder nada.
Qué bonito es, Padre,
mirar todo con ojos limpios
sin que pretendan poseer.
Qué bonito es, Padre,
levantarme y palparme a mí mismo
sin tropezarme con cosas.
Qué bonito es, Padre,
sentir las miradas de frente
sin distancia ni superioridad.
Qué bonito es, Padre,
crecer respirando tu esencia
sin inhalar perfumes de narcisos.
Qué bonito es, Padre,
erguir la vista hasta el horizonte
sin quedarme colgado en espejos.
Qué bonito es, Padre,
cultivar la esperanza en mi balcón
sin desear que suban a él plantas trepadoras.
Qué bonito es, Padre,
abandonarme mecido en tus brazos
sin temer el estrés o el fracaso.
Qué bonito es, Padre,
desear que todos los hombres
te gocen así algún día.