En el 30º aniversario de las inundaciones
de Bilbao he recordado algo que escribí.
Cómo
voy a olvidar el sol,
cómo voy a olvidar, madre, el hechizo del mar,
cómo voy a olvidar, dime, el agosto de
fiesta y vida
¿Quién
te lo hizo creer?
Te
lo habrán contado los truenos
de
las largas tormentas de estas noches
o
algún relámpago te ha querido sugestionar.
Ha podido ser la angustia de esos días negros que no han amanecido
o el escalofrío de los torbellinos del aguaduchu.
No
te lo creas, madre.
Puede que lo lleves dentro
a fuerza de sentir golpear la lluvia en el tejado.
Igual te aturdió el viento mientras no te dejaba dormir
o solo fue una pesadilla de las que rumiaste sola durante el
apagón.
No
les creas, madre.
Nos han secuestrado agosto para dejarnos sin vida.
Pero no conseguirán que lo olvide,
ni me van a quitar el valor de soñarlo de nuevo.
Aunque
no me dejen ver más agostos azules
ni
me permitan contar estrellas en sus noches,
aunque
me nieguen el sol y la caricia del mar,
no me podrán arrancar su recuerdo, ni la ilusión de crearlo de
nuevo.
Mira
más allá, madre, mira al futuro,
aunque
detrás venga el otoño,
no
importa, tu mirada puede ir más lejos.
Déjame
ir al otoño, madre, no te quedes triste.
Déjame
ir al otoño, madre, no me quieras encogido en tu seno.
No
me digas que va a hacer frío, que va a ser inútil.
No
temas, madre, voy a ir para soñar vida,
voy
a ir para hacer vivos los sueños.
Aunque
trunquen los agostos,
no
me arrancarán su recuerdo.
26-VIII-1983
No hay comentarios:
Publicar un comentario