HIJOS DELA IRA 7
A esas madres prematuras y drogodependientes
Zarpaste sin carta, ni rumbo,
capitana de tu vida,
timonel de tu barco.
Atracaste en puertos insospechados,
comerciante de muerte,
derrochadora de vida.
Llenaste la nave de nuevos viajeros,
loba nutricia de día,
sirena fugitiva de noche.
Fuiste dejando puertos,
perdiéndote mar adentro
y pasaste de largo las islas
sin preocuparte de repostar,
hechizada por el embrujo
de la despreocupación de andar,
sin necesitar tierra
donde hundir raíces.
Sorteaste tormentas,
aguantaste tifones...
tú siempre seguías a flote.
Fueron zarpazos certeros del oleaje.
Uno tras otro sin darte tregua,
como si una mano oculta
los dirigiera a distancia.
De repente ya no eras timonel,
eras un grito en la noche,
un silencio en el bramido de la borrasca.
Solo tenías tu tabla y los tuyos.
Las olas te los fue arrancando.
Llamabas desesperada,
pero nadie podía oírte.
Todo estaba tan lejos
que no era posible el eco.
Agotada perdiste también tu tabla
y aunque ahora sigues gritando,
ya no salen de ti los sonidos
porque estás secuestrada
en lo más profundo
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