HIJOS DE LA IRA 2
Pasabas por delante de todos. Esperabas en el parque,
como todos.
Todos te conocían.
Todos te evitaban,
deseaban perderte de vista.
Solo fue un instante,
un fogonazo brutal,
un relámpago de sangre.
Amaneciste encogido,
envuelto en miseria
en los brazos de una esquina.
Ya solo eras cosa,
despojo desgarrado.
Habías renunciado
hacía tiempo a ser futuro
y, de golpe,
volviste a la nada.
Estabas allí delante de todos,
sentado en el parque,
como todos.
Todos te conocían.
Todos te evitaban.
Tenían miedo a acercarse.
El último chorro salibal
babeaba aún
entre la piedra de tus labios
¿Qué quisiste decir cuando tu boca quedó cristalizada en esa mueca esperpéntica?
La chuta aún pendía
de la vena taimada
que quiso esconderse
de la agresión definitiva.
Yacías delante de todos.
Tenías tu trozo de parque,
como todos.
Todos te conocían.
Todos te miraban de reojo
sin darse por enterados.
Todos pasaban de largo
y marmageaban moviendo la cabeza:
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