HIJOS DE LA IRA IV
A Paquito, Santi, Rafa, Fernando, Iñaki...
NIÑOS
Al contemplar el mate
triste y resabiado
de esa mirada huidiza,
nadie lo diría
pero eras tan niño
como todos los niños
que repiten como loros
lo que oyen a su lado
sin saber de discreción.
Esas respuestas tajantes
hábiles y descaradas
envueltas en un halo
de mugre y abandono
no permiten descubrir
que eras tan niño
como todos los niños
que encajan los primeros golpes
sin sentir los peligros
ni saber de prohibiciones.
hábiles y descaradas
envueltas en un halo
de mugre y abandono
no permiten descubrir
que eras tan niño
como todos los niños
que encajan los primeros golpes
sin sentir los peligros
ni saber de prohibiciones.
Cualquiera que se fije
en tu pose desafiante
de matón en miniatura
no puede imaginarse
que eras tan niño
como todos los niños
imitamonos implacables
que reducen a juego
el amor y la guerra,
la vida y la muerte.
en tu pose desafiante
de matón en miniatura
no puede imaginarse
que eras tan niño
como todos los niños
imitamonos implacables
que reducen a juego
el amor y la guerra,
la vida y la muerte.
Detrás de la cortina
de ese pitillo precoz
y de las mataduras de tu cara
no podíamos sospechar
que había un niño
como todos los niños
con las manos débiles aún
para poder controlar las riendas
de sus primeros impulsos
de ese pitillo precoz
y de las mataduras de tu cara
no podíamos sospechar
que había un niño
como todos los niños
con las manos débiles aún
para poder controlar las riendas
de sus primeros impulsos
DELINCUENTES
Por más que te miren
jamás podrán descubrir
que tú no tuviste nido
como tienen los niños.
Aún vestías plumón
cuando te echaron al suelo
sin más calor
que el silencio compasivo
de los que te veían
dar trompicones.
Nadie te va a escuchar.
No se pueden creer
que tú no tuviste un guía
como tienen los niños.
Te encontraste solo
para recorrer tu camino
sin más compañía
que cuatro insensatos
corifeos incondicionales
de tus procacidades.
No se pueden creer
que tú no tuviste un guía
como tienen los niños.
Te encontraste solo
para recorrer tu camino
sin más compañía
que cuatro insensatos
corifeos incondicionales
de tus procacidades.
Cuando tropezaste
nadie te cogió en brazos
ni arregló tu torcedura.
Nadie vio el miedo
que te estremecía cada noche
cuando no sabías
si podrías andar el mañana.
nadie te cogió en brazos
ni arregló tu torcedura.
Nadie vio el miedo
que te estremecía cada noche
cuando no sabías
si podrías andar el mañana.
Hoy te señalan con el dedo,
te reprochan tu cojera.
Ya no eres un niño,
te llaman monstruo.
Te quieren ocultar
y acabarán de un golpe
con tu insoportable realidad.
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