ya no estaba el olmo junto a la iglesia.
Me habían cambiado el pueblo.
De repente faltas tú y, aunque ahora vaya más gente,
para mí se ha quedado vacío.
No necesito ir para verte. Te llevo dentro.
Hasta siempre, viejo
Crucé la esquina
y no lo vi.
Miré desde el callejón
y no estaba,
ni un vestigio
ni un retoño
ni una leyenda
en su hueco.
Parecía perenne
como el curso del río
como la roca que blinda
la quietud de las bodegas,
como las piedras del templo
No sé
si lo quemó el tiempo
si lo arrancó un rayo
o se cayó por enfermo.
Tampoco he querido saber
dónde dejaron
sus restos.
He sentido un calambre.
Una parte de mí
se ha quedado
vacía
convertida en recuerdo.
Ya nada es igual
sin el olmo,
sin mi viejo.
Dos hitos perdidos
que han dejado
en mi historia
un poso
que irá conmigo
hasta el final
de mi tiempo.
He echado a andar
llorando
sin lágrimas,
sin decir palabra,
sin volver la vista,
sin despedirme
del pueblo.
Luisfer
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